Existen pocas situaciones tan antagónicas como la que genera un River-Boca. Como ya se hizo en otras oportunidades en este Blog, trataremos de encontrar las diferencias entre 2 miradas desde distintas perspectivas. Tal vez, en un superclásico las discrepancias se profundicen y dejen más en claro que se puede ser objetivo, pero no imparcial.
Azul y Amarillo
Actitud. Nada más que eso fue lo que tuvo River, y lo que le faltó a Boca. Desde el minuto 5, que Riquelme pidió el cambio, el equipo entró en un pozo del que no salió nunca. Nada salió bien. Los 3 jugadores que conformaban el medio de Boca perdieron todo frente a Almeyda, Pereyra y compañía. A partir de ahí, el local construyó juego con Lamela, con algunos movimientos claves de Ortega y con un Pavone casi imparable para el fondo Xeneize, y fue mucho más en la primera parte. Si uno busca hablar de merecimientos, el gol debería haber llegado en la fase inicial, donde fue ampliamente superior y tuvo 3 claras.
La segunda etapa arrancó con Chávez y sin Riquelme. El juego, otra vez, estuvo para el Millonario y, con justicia, a los 8 minutos llegó el gol. Fue Maidana, cumpliendo con la ley del ex, quien escapó de la marca de Cellay y metió un muy buen cabezazo cruzado de pique al suelo, lo que hizo imposible la estirada de García y se coló por el palo derecho del joven arquero de Boca. Los minutos posteriores mostraron a un Borghi apático, que mandó a la cancha a Víatri y Monzón para ver si, ahora con dos torres, podían conectar un centro (que fue lo que tiró todo el partido). Del otro lado, el equipo de J.J López se metió atrás y trató de buscar de contra. La inclusión de Arano por Pereyra demostró las intenciones del entrenador.
Después, todo transcurrió sin sobresaltos. Los minutos corrieron y corrieron hasta que la victoria se materializó. Fue un triunfo importante para River, para sus jugadores, y para el técnico; por el hecho de ser el clásico y porque, durante esta fecha 14, sus competidores directos en el descenso sacaron puntos. Por el lado de Boca, la renuncia de Borghi es inminente, con 14 partidos encima, nunca encontró el equipo, a pesar de que había pedido a todos sus jugadores.
La figura fue Almeyda, quien sintió verdaderamente el tipo de partido al que se enfrentaba.
Rojo y Blanco
Angel Labruna no estaba en la platea San Martín como suele hacerlo cuando Boca visita el Monumental desde aquel día en el que le colgó los botines a la vida. Sin embargo, su presencia fue muy influyente. A diferencia de todos los partidos jugados en los últimos años, River atacaba para el arco de la tribuna visitante, aquel en el que Angelito siempre hacía un gol antes de comenzar el partido. Mucho debe haber tenido que ver J.J. López en el cumplimiento de esa cábala, así como también en el triunfo millonario de esta tarde-noche.
Si bien creo en esa frase que dice que “los superclásicos son partidos aparte”, el mérito del técnico millonario estuvo en saber trasladar la realidad riverplatense al partido más importante del campeonato. El sincero planteo consistía en formar un mediocampo luchador con Almeyda y Acevedo como pilares que se complementaban para anular a un Riquelme notablemente lesionado. A partir de allí, River pudo construir juego en los pies de Lamela y de Pereyra utilizando un recurso olvidado por el antiguo conjunto de Cappa: las bandas.
Boca fue un equipo anárquico, acéfalo y con un circuito destruido por la lesión de Riquelme. Los defensores tuvieron que lidiar todo el primer tiempo con los huevos de Pavone que ganó casi todas las pelotas que cruzaron al campo xeneize. Con Mendéz nervioso, Palermo muy bien marcado y mal acompañado por Mouche, y Riquelme en su peor condición física, las jugadas de Boca fueron la gran ausencia de este superclásico.
Ya en el segundo tiempo, River consiguió la ventaja por la que había hecho mérito con un centro coherente a la gran pegada de Lamela acoplado a un cabezazo de Maidana coincidente con sus actuaciones durante los entrenamientos. Acorde a su realidad, el millonario bajó las revoluciones y le entregó la pelota, durante unos minutos, a un Boca que, al no saber qué hacer con ella, generaba contragolpes a favor de River.
Las claves: el mediocampo bien armado y ordenado por la jerarquía siempre necesaria de Almeyda, la ausencia en cancha de Riquelme por lesión y un Ferrero intachable bien complementado por Maidana y Román.
P.D: Ganarle a Boca es muy lindo. Arruinarle la fiestita a Macri el día de su casamiento con la explotadora, no tiene precio.