Señor Presidente:
Las líneas que le escribo me sirven para descargar la bronca, la angustia y el dolor que me produce su ausencia. Las preguntas sin respuesta se me amontonan en la cabeza y me generan miedo por el futuro que nos dejaste, que carece de destino asegurado.
Lo llamo presidente (y que no se me enoje Cristina), no equivocadamente, porque creo que, desde la primera vez que ocupó el sillón, todos cambiamos nuestra imagen de la figura del primer ministro nacional. Junto a su esposa supieron devolverles a los argentinos la fe en el camino que ofrece la política para solucionar los problemas en sus vidas. Un camino en el que el Estado está limpio de sangre de trabajadores y en el que se respeta la vida de los ciudadanos. Un camino protegido, defendido y supervisado por los pañuelos blancos y no por las armas. Un camino que conduce al corazón de nuestra amada América Latina y no hacia la bolsa de Wall Street y que se transita agarrados de las manos de nuestros hermanos y no compitiendo con ellos.
Los chicos y jóvenes lloraban en la Plaza de Mayo abrazados a sus padres que, hace diez años cuando los nefastos manejaban el poder, no hubieran imaginado que sus hijos derramarían lágrimas por la muerte de un líder político. Todos los llantos eran desconsolados: nadie, en este país cubierto de incredulidad, podía explicar tu inesperada ausencia.
Entre tantas caprichosas comparaciones con el 1° de julio de 1974, una es la diferencia con esa triste fecha peronista: Cristina. Esa compañera con la que elegiste compartir 40 años de tu vida. Ella es fundamental: como diferencia con aquella fecha, lo es; como mujer y madre para su familia, lo es; como presidenta para nuestro país, también. Ella sólo va a poder suplir tu ausencia con el apoyo del pueblo, que ya se manifestó y le pidió que resistiera este duro golpe.
Miles de personas de todas las edades, clases sociales y sectores políticos asistieron a tu última despedida en la Casa de Gobierno. Algunos te agradecían por ellos mismos, por su trabajo en la cooperativa; otros por sus abuelos y los dos aumentos anuales que reciben en sus jubilaciones. Los más chicos, que no estaban ajenos a las muestras de cariño, recordaban su escuela, que había sido inaugurada durante la gran fiesta del bicentenario que, junto a Cristina, supieron organizar para que el pueblo disfrute de su historia y recupere tanto su cultura como su identidad. Otras y otros, que antes se sentían discriminados, se desahogaban en el hombro de sus parejas y explicaban: “En otro contexto, nunca podríamos habernos casado. Ahora sentimos la igualdad”
¿Creés que vamos a poder solos? Somos una patria grande que ha sido conducida por vos a la liberación económica del imperialismo que nos dominaba mediante el FMI. Ahora nos toca crecer a nosotros, como país sin fronteras. Confiamos en Cristina porque sabemos de su fortaleza y de su temperamento. Vamos a estar con ella y la acompañaremos.
¡Si los hubieras visto!... ¡Qué risa! Clarín no les da descanso a sus mentiras. No sé si lo habrás leído, pero tituló que “habías marcado una época”. ¿No se dieron cuenta de que este es un movimiento que recién empieza? ¿Y viste a los buitres de Wall Street? Conociendo tu obsesión por la economía, seguro te habrás enterado de que repuntaron las acciones de las empresas nacionales luego de que tu corazón dejara de latir. ¡Qué canallada! Deben creer que no aprendimos a defender lo que es nuestro.
Hoy escuché que dijeron que habías muerto por ambición de poder. Otros dicen que los médicos te avisaron que debías disminuir tu actividad. Pero yo no tengo duda de que no pensaste en tus latidos cuando el presidente de Ecuador, Rafael Correa, se encontraba secuestrado y amenazado de muerte. Tampoco dudo de que sabías que la mujer que tenías al lado sabría cómo manejar esta situación. Gracias, Néstor, por no abandonarnos con una Isabelita. No te hagas mala sangre por lo que dirán de ella, nosotros estaremos a su lado, acompañándola, como te acompañamos a vos en tu último suspiro.
Un gran abrazo,
Lautaro Dayan
No hay comentarios:
Publicar un comentario